Por: Andrés López y Juan Alejandro Echeverri
BRIDIKAYRA/Catatumbo. Han tenido más vínculo con la Selva virgen que con la sociedad occidentalizada, su cultura es de poca simbología, su lengua se habla pero no se escribe, son cazadores y recolectores, tímidos y de baja estatura, están en riesgo de exterminio cultural.
Se trata de los indígenas Barí, habitantes originarios del Catatumbo. El pueblo binacional pervive hoy pese a la despiadada cacería que emprendieron los españoles en su invasión colonial. A pesar de todas las vidas con las que arrasó la petrolera South American Gulf Oil Company (SAGOC) para explotar los yacimientos petroleros concesionados por el Gobierno Nacional en las primeras décadas del siglo pasado.
Aunque el pueblo habita hoy la región, producto de la campaña colonizadora y la explotación del fósil han ido perdiendo territorio. Poco a poco los Barí han sido arrinconados en la parte media-alta de la montaña. Despojarles de lo que alguna vez fue suyo, implica también un riesgo para sus prácticas culturales, las cuales dependen intrínsecamente de su entorno.
Ante la Caravana Internacionalista por el Catatumbo, que ayer empezó su recta final con la visita a la comunidad indígena de Bridikayra, su representante expresó su preocupación porque sobre el territorio acechan hoy nuevas amenazas: la extracción de carbón, la apertura de nuevas minas —legales e ilegales— y la explotación de yacimientos petroleros inactivos.
Bridikayra, una de las 23 comunidades que pueblan el Resguardo Motilón Barí, es uno de los pocos lugares donde todavía existe el Bohío. Una estructura hecha con hojas de palma y travesaños de madera. Epicentro energético y de convivencia, porque es allí donde las familias duermen, hacen sus cantos rituales, cocinan y trasmiten a los más pequeños su forma de ver y estar en el mundo. La cultura Barí se fundamenta en la simpleza. Perder algo tan básico como el lugar de socialización y coexistencia, les hace mucho más permeables ante los hábitos consumistas que promueven las dinámicas extractivas.
Ángel Ojebra, habitante de la Comunidad de Bridikayra, revuelve al sol el cacao que ha cultivado con la paciencia y sabiduría que ha ganado en sus 60 años, aunque pareciera que ha vivido unos cuantos más. Vive con su esposa; sus 6 hijos y 4 nietos viven en las viviendas contiguas. Con el cacao que cultiva, sustenta a su familia. Cada que hay cosecha, lleva su carga hasta la cabecera del municipio de Convención. Con el dinero que recolecta luego de la venta, compra las harinas, las legumbres, el arroz, el aceite y la papa que lleva al Resguardo.
Frayner Abakdara Ashurida Dochimanu está en la puerta de su casa hecha de madera. Extiende la mano con un poco de timidez. Su hijo menor duerme en una hamaca, en el piso se ve un montoncito de pañales usados, y arriba de él pende un racimo de plátanos. La luz del sol entra en la cocina mientras hablamos, y su esposa Leidy prepara unos plátanos para la comida de la noche.
Al igual que Ángel, Frayner trabaja en el campo sembrando cacao. Cuando le preguntamos su edad, dice que no sabe y entra en busca de su cédula. Hace poco cumplió 29 años, el 16 de julio. El tiempo acá transcurre de otra manera, por eso ni la edad se tiene presente.
Mientras conversamos, una de sus hijas está entretenida comiendo zapote. Consultamos si hay un árbol cerca, con una sonrisa nos pregunta si queremos y procede a ponerse los zapatos. Nos despedimos de su esposa y su hija, el bebé sigue durmiendo. Frayner nos lleva cerca del río donde está el palo de zapotes. Cogemos algunos y caminamos hasta el afluente. Nos dice que ya casi no hay peces, debido a los residuos químicos de los cultivos de coca que se vierten al río. Ahora deben desplazarse más abajo, donde el río es más profundo, para pescar con arpón y careta.
El pescado es la principal base proteica de la alimentación Barí. Las afectaciones causadas al río, una de sus principales despensas nutricionales, han significado cambios en las costumbres alimenticias. Los productos ultraprocesados y con exceso de azúcares, reemplazaron la comida que adquirían en su entorno.
Hoy la comunidad de Bridikayra sufre una notoria problemática de mal nutrición, también brotes esporádicos de paludismo, tuberculosis y malaria. El representante de la comunidad denunció ayer ante la Caravana que no cuentan con puesto de salud y mucho menos con personal capacitado para dar unos cuidados primarios cuando ocurren estas afectaciones de salud. Por eso pidió a los caravanistas que, en la medida de sus posibilidades, hagan visible la problemática y también la incidencia necesaria para que se garantice este derecho básico en su comunidad.
A las problemáticas culturales y de salud, se suma hoy un conflicto territorial azuzado por la inoperancia y los incumplimientos del Estado. En la zona donde está ubicada la comunidad de Bridikayra y el Resguardo Motilón Barí, rigen una mescolanza de figuras ambientales de conservación —entre ellas la Ley segunda de zonas de reserva forestal y el Parque Nacional Natural. Ante la pretensión de los Barí para que se amplíe el Resguardo, a través de la Sentencia T052 de 2017, la Corte Constitucional le ordenó al Estado que delimitara con precisión las nuevas dimensiones del Resguardo.
Sobre el área solicitada por los Barí, hay presencia de campesinos, que también quieren gestar unas territorialidades propias. En algunas zonas, la apatía del Estado, el primer responsable de dirimir el conflicto, genera tensiones entre las partes. Tanto indígenas como campesinos han hecho lo posible para llegar acuerdos y cohabitar el territorio, sin embargo, denunció un líder campesino, los funcionarios del actual Gobierno designados para resolver el problema, les dicen a los indígenas que la culpa es de los campesinos, y a los campesinos les dice que la culpa es de los indígenas.
Al día de hoy, se ve lejana una solución que deje satisfechos a los dos sectores involucrados. Por su parte, tal como lo expresó el líder de Bridikayra, los Barí tienen dos cosas claras: no quieren ningún tipo de economía extractiva en su territorio; y cuando los funcionarios plantean que campesinos e indígenas deben ponerse de acuerdo para destrabar la situación, responden tajantes que “nosotros [los Barí] no tenemos por qué pelear con ellos [los campesinos], tampoco estamos peleando, el problema lo tiene que resolver con el Gobierno”.